Mauricio García León

“En política nos hemos alejado para que se den cuenta, hoy los demonios andan sueltos, pero pronto volveremos”, sentenció el cetemista Leobardo Soto ante la tumba de su padre, Don Salomón Soto Téllez, el hombre que transformó en los años sesenta el rostro de Rafael Lara Grajales, Nopalucan y San José Chiapa.

El primer líder que diseño el contrato colectivo de trabajo de la armadora Volkswagen de México hace 11 lustros, el que consolidó la presencia de la industria alimenticia en la región, donde sus 6 hijos se mantienen en la idea de su liderazgo: “formar buenos equipos, dar constancia de trabajo”.

Como cada año, el cetemismo poblano se volcó en Lara Grajales el 13 de febrero, pero no, paradójicamente, para festejar el cumpleaños de Don Salomón, sino para recordar 12 años de su deceso, ocurrido el mismo día que su natalicio… un día de 1934, en medio del resurgimiento del movimiento obrero mexicano.

Eso marcó a Don Salomón, que incluso en medio de un pueblo donde era muy común que se fuera la luz, tenía sus velas para seguir estudiando la Ley Federal del Trabajo y diseñar los clausulados de los contratos.

En la iglesia, al mediodía, el Evangelio según San Juan recordaba el llamado del Señor para estar en él, en la vida eterna, contemplar su gloria y su presencia.

Más tarde, en el panteón, el faro que simboliza su liderazgo era testigo de cómo construyó el mejor peregrinar, el rescate del camposanto de Lara Grajales, pero también reflejo del hombre que firme en su liderazgo dio la vida, el ejemplo de trabajo por miles de trabajadores.